1/3/09

COMIENZO

Sólo unas líneas para romper el silencio preconcebido, para alumbrar un poco, para soñar que escribo.

Escribir para hacerle el amor a las letras, como tributo a tanta belleza, a tanta miseria. Escribir también para respirar, para ser solamente, por el instante único de releerse, de reflejarse en un texto como quien asoma por primera vez ante un espejo para ver su rostro.

Como quien se acerca a una fuente sediento de sus aguas cristalinas, como quien se adentra en un bosque a la espera de maravillosos acontecimientos, inconcebibles en el desierto del asfalto de cada día. El globo en el que volar escapando de la rutina, la corona de laurel que nos separa de lo mediocre, la balsa que nos salva del no ser, de la deriva, de la nada. Sentir la metáfora, abusar de ella para vestir la realidad, para ceñirla con el ropaje que más la sustenta, o que más la humilla, según lo enfadados que andemos con el mundo.

Y sorprendernos, sorprendernos de poder ser bellos, casi sin creer que las letras salgan de nosotros, pensar: Dios mío ¿lo he escrito yo? Y descubrir nuevas fuentes en uno, cavernas recónditas habitadas, sentir que van fluyendo las palabras, las historias, los sentimientos. Nuestro pero a la vez independiente, con vida propia, sentirse habitado, invadido, y abrir la compuerta y dejarse llevar por la corriente, vertirla porque nos desborda, beberla, regocijarnos con su frescura, con la ternura de un neonato sabio, existiendo en un presente que a la vez será pasado y futuro.

Burlarnos de nosotros, del tiempo, de lo estricto, ser libres por caminos únicos, ser paladines de las más sublimes ideas, recrear lo abyecto hasta hacerlo bello, usar el dardo y la espada, el pincel y la paloma mensajera.

Amar de forma gráfica al mundo, cambiarlo, recrearlo si hace falta. Una nueva inmolación, por cruz los folios, con la resurrección momentánea de quien te lee, y el paraíso de quien te recuerda.

Escribir, más por ser demiurgo que por trascender a la muerte. Ser, crear... hechos a imagen y semejanza de Dios, dioses, en fin, cuando escribimos. Dios, al fin, escribiendo por nosotros.

3 comentarios:

  1. Anónimo2/3/09 07:29

    Cierto, eso es lo que se produce: resucitar en las palabras. O mejor reencarnarse, ya que yo soy incapaz de reunirlas como tu. Tendré que volver para ver si se mantiene ese nivel tan alto con que has empezado. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo2/3/09 19:39

    Es una sensación única el expanderse y recogerse por medio de las palabras. Si la Palabra se hizo carne y decimos que se en-carnó, tú, que eres carne te has en-palabrado.
    No estamos solos...

    ResponderEliminar
  3. Anónimo2/3/09 22:09

    Yo me dedico casi exclusivamente al cine pero también se reconocer cuando alguien escribe bien. Si te gusta el cine me gustaria recibir tus comentarios. Gracias.

    ResponderEliminar